Son los dos lemas más utilizados durante este mes de
noviembre dedicado a la Eliminación de todo tipo de violencia contra la
mujer. Se han utilizado en campañas y discursos,
y han servido para mover las marchas de hombres y mujeres en nuestro país y en
muchos otros alrededor del mundo.
Apoyada en la perspectiva de la comunicación para el
desarrollo yo me atrevería a decir, ¡por favor ni una campaña más! Y no por puro capricho. ¿Cuántas campañas se han hecho en el país en
los últimos años? ¿Cuál ha sido su
impacto? ¿Han dejado de ocurrir feminicidios, abusos y maltratos?
No comprendo cuáles son los motivos que subyacen en
las campañas de este año, principalmente las de las instituciones gubernamentales,
si recientemente se presentó un estudio
del mínimo impacto de las campañas de años anteriores. Parecería que la
planificación parte de una visión de relaciones públicas y propaganda.
¿Cuál es la violencia que se quiere eliminar? ¿Qué entienden las personas por violencia?
¿Es únicamente la que lleva al feminicidio? ¿Es que se va a eliminar con un
proceso de judicialización? Me parece
que no, que como dijo una experta en INTEC, se está partiendo de
una visión parcial, cuando debe ser integral y así deben ser los esfuerzos para
erradicarla.
Otro punto de partida
Hace unos años tuve oportunidad de participar en
encuentros con familias en la zona de Samaná para conversar sobre violencia y
el grupo de comunicación que fuimos a buscar información y posibles insumos
para una estrategia de comunicación nos quedamos sorprendidos. Allí se habló de violencia como algo normal
en el ambiente familiar, los niños y niñas maltratados física y
sicológicamente, hombres imponiéndose con fuerza física o verbal sobre sus
compañeras, adolescentes asumiendo el control de sus novias…increíble.
O sea, que para ellos la violencia era parte de su día
a día. Y ahí es cuando se abre un camino
diferente que los que planifican actividades de comunicación para el cambio de
comportamiento tienen que recorrer.
Echar a un lado nuestras ideas preconcebidas y comenzar a formular con
ese público, cómo construir una nueva visión de la convivencia familiar.
Las personas que formulan planes y campañas de comunicación, si
es con un enfoque de desarrollo y cambio de comportamiento, tenemos que dejar
atrás la creencia de que somos expertos. Conviene partir de la visión que sobre
el tema tiene el público que va a consumir los productos comunicacionales, el público que deseamos impactar, olvidar los mensajes y afiches, los spots y los grandes medios y abrir espacios para el diálogo. Se
tiene que conocer su visión sobre el tema, sus vivencias, lo cultural, su
idiosincrasia, entre otros y oírlos.
Clave para el cambio.
La educación es la base, es la que va a permitir
construir desde la infancia una nueva visión, donde se trabaje sobre la
igualdad, de que sin importar género todos los seres humanos tenemos iguales
capacidades.
También, desde los años escolares las niñas podrán, si
se refuerzan en ese sentido, asumir que son personas competentes, que pueden
actuar de manera confiada e independiente de acuerdo a sus necesidades.
Desde luego que se vive con otros tipos de violencia,
que a la larga influyen, y es la violencia impuesta por el sistema
socio-político de nuestro país, donde la inequidad es lo que prima, su cambio
sobrepasa cualquier estrategia de comunicación.https://www.intec.edu.do/prensa/notas-de-prensa/item/centro-de-estudios-de-genero-propone-sistema-de-atencion-integral-a-la-violencia-contra-la-mujer
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