viernes, 10 de noviembre de 2017

Un relato emocional


En las últimas semanas he dado seguimiento a los acontecimientos en España y Cataluña, muy interesada en los hechos políticos, e interesada en cómo han manejado la comunicación, tanto el gobierno  de España, como el govern catalán.
En conversaciones con amistades de origen español he podido ver lo informados que están algunos sobre el proces y lo indiferentes que han permanecido otros.  Asimismo, he podido percibir cómo algunos se han abstraído de comparar las informaciones que los medios transmiten y solamente han asumido una fuente, ya sea la de Madrid o la de Barcelona.
Al día de hoy, y sin entrar en valoraciones de las decisiones tomadas, me atrevo a considerar algunos aspectos de la comunicación del presidente Mariano Rajoy, como jefe del gobierno español y de Carles Puigdemont, president del govern de Cataluña.
Rajoy desde el primer momento no logró formular un relato que permitiera a la audiencia vislumbrar un interés de diálogo ni de negociación, más bien se encaminó a una judicialización de una situación política, no logrando de este modo llegar a muchos catalanes  moderados o no independentistas.
 Se podría afirmar, siguiendo a Mazzoleni (1998) que privilegió el lenguaje jurídico, dejando de lado el lenguaje exhortativo, que supone registros esenciales para ganar la atención del público, como son la dramatización y la emotividad. En sus encuentros ante los medios de comunicación no se lograba un intercambio, era él quien se dirigía a los medios y no estaba abierto a preguntas. Además, y siguiendo su estilo de hablar,  lucía dubitativo.
Otro aspecto que desviaba la atención en la comunicación del gobierno de Rajoy fue la vocería.  ¿Quién o quiénes eran sus voceros?  Tanto la vicepresidenta del gobierno, como el portavoz del Partido Popular en el congreso de diputados o el vocero del Partido Popular tomaron la palabra en función del señor Rajoy.  Bastante confusión, pues no es lo mismo hablar desde el gobierno, que hablar desde el partido.
La comunicación a través de las delegaciones y embajadas fue escasa y limitada.  En esta semana ha sido la primera vez que veo un artículo en un medio local, firmado por el embajador español acreditado en el país, donde da la versión gubernamental de la situación en Cataluña.  
“El gobierno improvisa su estrategia exterior frente a la propaganda separatista” titulaba recientemente el periódico “El País”, del que no se puede decir sea antigubernamental. (19 de octubre, 2017), o a Rajoy “tal vez” le hacía falta una estrategia de comunicación, como comenta Maite Rico, en ese mismo diario.  
Pese a las intervenciones de Rajoy y sus voceros, no lograron animar a sus seguidores a respaldarles abiertamente.
En cambio, el señor Carles Puigdemont, usando una retórica al estilo Berlusconi, con “un lenguaje fácil, directo y sobre todo asertivo” (Mazzoleni, p.129, 1998), haciendo una clara simbolización del enemigo, utilizando argumentos de autoridad y un enfoque dicotómico de la realidad; conformó un relato  atractivo y creíble para su público. 
El president del govern de Cataluña siempre estuvo ante los medios, lo que sigue haciendo hoy en Bruselas.  Quizás su formación y experiencia como periodista y la asesoría de expertos en comunicación  le permiten esa comprensión de la importancia de este diálogo de cara a las masas.
Según se aprecia, mantuvo siempre la vocería de su gobierno. Siempre habló sobre el curso de los planes del independentismo.  Su vicepresident apenas daba declaraciones.  Sin embargo para algunos Puigdement era usado como “marioneta” por su vicepresident.
Puigdemont mantuvo un activo accionar en las redes sociales.  Publicó mensajes en inglés y francés, idiomas que aparentemente maneja muy bien, y en varios discursos incluyó frases en inglés al igual que en español, o sea que trataba de llegar a otros públicos fuera de Cataluña y de otras naciones.  Con su relato, escenificación, teatralización y constante movimiento logró concitar el respaldo de miles de catalanes. 
Nada es gratis en política y si bien podría decir que el señor Rajoy, carente de una estrategia clara, ha suspendido en comunicación;  la salida de Puigdemont a Bruselas ha dejado su imagen golpeada y su credibilidad huidiza.

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