lunes, 7 de diciembre de 2020

Antes de terminar el año, leyendo a Hustved, Murakami y Rita Indiana

 

Antes de que termine el año quiero comentar sobre mis últimas lecturas durante esta pandemia que nos mantiene recluidos.  Ahora que veo los tres libros leídos, de autores muy disímiles, he encontrado coincidencias que ignoraba o que no imaginé antes que existieran entre ellos.

La mucama de Omicunlé, (2015), de Rita Indiana, El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, (2009), de Haruki Murakami, y Recuerdos del futuro, (2019), de Siri Hustvedt, son tres textos que por sus títulos no tienen nada en común.

De sus autores, Rita Indiana, dominicana, Murakami, japonés y Hustved, estadounidense podría fácilmente decirse que tienen poco o nada coincidente, ni vivencias ni estudios.  Los tres pertenecen a generaciones diferentes, siendo Rita Indiana la más joven, la rebelde, la contra corriente, cuyas novelas han sido calificadas de “intrépidas fusiones narrativas”[i].   Aunque, justamente en este punto, en esa rebeldía, que también subyace en la escritura de Hustved comienzan a vislumbrase ciertos aspectos coincidentes.

A Murakami no se le podría categorizar ni de rebelde, ni de feminista, ni que sus novelas estén en la corriente bildungsroman, ―referidas al crecimiento o aprendizaje de los personajes de la historia―, pero sus protagonistas si son tan excéntricos como algunos de Hustved y de Rita Indiana.

Sin embargo, lo que me ha hecho ver más claramente puntos convergentes en estos escritores es que las tres novelas citadas contienen dos y más historias superpuestas o paralelas que se van desarrollando a lo largo de la narración. Son tramas y subtramas que guían al lector a otros escenarios, actuales, de décadas o siglos anteriores y que provocan intriga y suspicacia a lo largo de la lectura.

En las tres novelas se tratan temas alborotadores y de mucha actualidad, tales como el control de la información y manipulación de la conciencia (Murakami), violencia del patriarcado o la dependencia del amor y el sexo (Hustvedt) y, finalmente Rita Indiana en su novela habla de contaminación de los mares y océanos, y de arte moderno, temas todos muy de la narrativa del siglo XXI.

En los tres textos se hace referencia a la música y al cine, ya sea al jazz, algo muy propio en Murakami que fue gerente de un club de jazz; la música tradicional y electrónica en la obra citada de Rita Indiana, mientras Hustved menciona la música, pero hace más menciones al cine.

No he leído mucho en este periodo, algo que me hace pensar que no he aprovechado esta temporada tan especial, pero sí que estoy satisfecha con estas lecturas: tres escritores provocadores, rompedores, si se quiere, que invitan a releerlos.





[i] Miranda Bello, Excelsior

Rita Indiana, (2015) La mucama de Omicunlé, Editorial Periférica, España

Hustvedt, Siri, (2019) Recuerdos del futuro, Seix Barral Biblioteca Formentor, España

Murakami, Haruki (2009) El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, Tusquets Editores, España

viernes, 12 de junio de 2020

De cómo los García amaron la lectura




A Guillem

A veces me he preguntado como yo y mis hermanos Martincito y Rafú aprendimos a amar tanto la lectura. En estos días, recordando a nuestro padre Martín García Ramírez, he encontrado la respuesta.


Hace unos días, exactamente el 28 de mayo, se cumplieron 40 años de su partida. Fue en un mayo muy lluvioso que lo sepultamos en San Pedro de Macorís. En el encierro de las últimas semanas he recordado muchos detalles de mi vida en el Ingenio Quisqueya, de mis compañeros en la escuela pública, nuestros juegos al anochecer sentados en la acera, el trajinar de mi padre en su bodega, la llegada en tiempos de zafra de los cortadores de caña haitianos, las lluvias de cachipas del ingenio y los vagones de caña cruzando por la Plaza.

De entre tantos recuerdos, también han vuelto a mi mente, nuestras lecturas. Si, la de mis hermanos y mía, que cada semana leíamos los últimos muñequitos (comics) que nuestro padre nos traía de Macorís. Así conocimos temprano a Tarzán, Superman, a la Mujer Maravilla, a Batman y Robin, al Pato Donald o al Pájaro Loco y a tantos otros personajes. En esa época también leímos muchos de vaqueros, Red Ryder, el Llanero Solitario y sobre Chanoc, un héroe mexicano, entre otros. Recibir esas revistas, leerlas, coleccionarlas y a veces intercambiarlas con otros niños era una actividad común entre nosotros.

De ese modo también conocimos las colecciones de Vida Ilustres, donde pudimos leer sobre grandes inventores, literatos y conquistadores, Nos acercamos a Edison, Marconi, Einstein, Lope de Vega, Balzac o Hernán Cortés. Cada semana, esperábamos ansiosos nuestros muñequitos. Luego tuvimos la oportunidad de leer la colección de Vidas Ejemplares, historietas sobre santos y mártires, 
entre otros, pero fue ese interés en leer muñequitos el que nos llevó luego a los libros, y al profundo amor a la lectura que perdura hasta el día de hoy.

Nuestros padres nunca nos dijeron “tienen que leer”, pero aparte de los muñequitos, tuvimos el mejor ejemplo: Todas las tardes don Martín, mi padre, leía sentado en una silla en la puerta de su bodega. Leía principalmente novelas de vaqueros, y autores como Alejandro Dumas (padre e hijo), Vargas Vila, V. Hugo, Julio Verne y otros. Era un cliente asiduo de la librería El Gallo en Macorís.[i]

Actualmente, el gran lamento es que “no se lee”. Los estudiantes en las escuelas y universidades buscan vías para hacer sus trabajos sin grandes lecturas. Y yo me pregunto, ¿a quienes han visto leer en su ámbito cercano?, ¿quién les facilita lecturas ligeras y amenas que no sean libros de textos? Para mí, a disfrutar la lectura se aprende con el ejemplo, no con órdenes. Guillen, de apenas 7 años, lee todos los días, disfruta que le regalen libros. ¡Ah!, pero su mamá es una asidua lectora. 



[i] Nombre de la librería obtenido gracias a la colaboración de Gustavo Silva

lunes, 18 de mayo de 2020

Covid-19. ¡Ay! La participación.

Durante estos últimos días se ha visto en los medios de comunicación al señor Ministro de Salud, acompañado de otros funcionarios, recorrer barrios de la ciudad, acercándose a las personas, entregando mascarillas, hablando con ellas.  Al mismo tiempo, en dichos barrios, se organizaba una unidad donde se tomaban muestras para hacer la prueba del Covid-19.  Todo discurrió aparentemente muy bien.  Según los medios, menos resultados positivos de los que se esperaban.  ¡Qué bueno!
Todo esto me ha puesto a pensar, ¿es necesario que el señor ministro invierta su tiempo durante tres días en esto?  ¿Es así cómo vamos a convencer, a motivar, a miles de personas a cambiar de comportamiento o adoptar conductas más saludables frente al virus? Los manuales dicen que no, que hay otras maneras más seguras y oportunas, menos costosas y de mejores resultados.
Si revisamos algunos documentos sobre comunicación para el cambio social, considerado como el paradigma más reciente entre los modelos de comunicación social, se destaca en su definición la participación de todos.
Gumucio (2011) cita que “es un proceso de diálogo y debate, basado en la tolerancia, el respeto, la equidad, la justicia social y la participación activa de todos (Communication for Social Change Consortium, 2003)”.
Justamente, la participación es el aspecto que me llamaba la atención de la llamada “barrida” de Salud Pública. ¿Dónde dejaron a las juntas de vecinos, los líderes comunitarios, las iglesias, los clubes y tantas otras organizaciones barriales? Los líderes de estas organizaciones gozan en sus entornos de mucha mayor influencia que un ministro, que, si bien tiene autoridad, no es un modelo que seguir para la población en general.
¿Es que Salud Pública ya no dispone de un personal que trabaje a nivel comunitario, dependiente de las DPS o de las unidades de atención primaria? Bajo la denominación que exista, si es que existe, serían parte del personal para hacer esta barrida, gente del barrio, que conocen a los habitantes de su vecindad.
En la perspectiva de comunicación para el cambio social y la comunicación para el desarrollo, se trata de dejar de destacar la imagen de los expertos y se busca que el público no sea un objeto para recibir información, siguiendo esa tradición que Freire (s/f) denominó “educación bancaria” y se convierta en sujeto, sea el movilizador de la adopción de nuevos hábitos para su bienestar.
En su revisión a los modelos de comunicación para promover el cambio, Gumucio (2011) comenta que “La promoción de la salud es prescriptiva: “el doctor sabe…”. Con el argumento de que todo personal de salud puede convertirse en un comunicador, se pasó por alto a los especialistas de la comunicación y se diseñaron campañas y mensajes que no respondían a estrategias de largo plazo y no involucraban a las comunidades.” (p.33) Y así, por lo que se percibe, lamentablemente, es la tendencia dominante en la comunicación de Salud Pública.
Finalmente, y con ánimo de hacer un aporte y dejando de lado el indicador de la poca participación en el manejo de la crisis del Covid-19 que nuestros gobernantes han abierto a otros sectores, me voy a limitar a destacar cinco aspectos definidos por Gumucio (2011) a considerar cuando diseñamos estrategias de comunicación dirigidas a promover un cambio en la población.
1. La participación democrática de la propia comunidad es considerada indispensable, al igual que la apropiación del proceso y de los contenidos comunicacionales.
2. Valorar las particularidades culturales, en las que se debe apoyar el proceso de comunicación.
3. Dejar a un lado la arrogancia de los que saben, los llamados expertos, si queremos motivar el cambio social, es importante la generación de contenidos propios, que consideren el saber acumulado en la comunidad.
4. Se promueven los procesos, no la tecnología.
5. En el contexto de la comunicación para el cambio social se promueve el diálogo y el debate. La formación y organización de redes contribuye a fortalecer procesos, y el intercambio siempre es enriquecedor.
La participación de la comunidad proporciona la garantía que da el involucramiento de actores sociales comunitarios, en cuanto al cambio sustentable de conductas, hábitos y comportamientos. Además, es muy rentable  educar desde la integración comunitaria, ya que a su vez garantiza, frente a futuros estados de emergencia, poder dar una respuesta comunitaria más fluida y exitosa.
Como se ve, a veces no pasamos de hacer relaciones públicas, salir en todos los medios e impactar mínimamente en la población, y nos olvidamos de aspectos muy importantes: democracia y participación son claves del desarrollo.  Aquí hablamos mucho de democracia, pero apenas tocamos la participación: ¡ay! la participación.

[1]  Gumucio-Dagron, Alfonso (2011). Comunicación para el cambio social: clave del desarrollo participativo. Signo y Pensamiento, XXX(58),26-39.[fecha de Consulta 18 de Mayo de 2020]. ISSN: 0120-4823. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=860/86020038002



sábado, 25 de abril de 2020

Covid-19: No son números, ¡son personas!



En estos días de tanto ocio y tiempo para los recuerdos, me han llegado a la mente las imágenes y sonidos de los rezos por los difuntos. Cuando acompañaba a mi mamá a los rezos de alguien en el Ingenio Quisqueya: reunidos en una habitación, frente a un altar con imágenes de santos, velas y flores, se hacían esas oraciones y recuerdo que en las letanías del Rosario que se rezaba al final, se decía y se dice todavía   ruega por el o ruega por ella, en lugar de ruega por nosotros.
Hace unos días en las tardes, oía las voces de un grupo de personas rezando el Rosario y justamente las letanías eran contestada con un “ruega por el” … y me preguntaba ¿rezan por una persona que ha muerto recientemente?  Inmediata asociación con los muertos por el Covid-19.  Me imagino los rezos de tantos fallecidos en ciudades como San Francisco de Macorís, La Vega, Santiago y aquí en Santo Domingo.  ¿Cuántas personas acompañaron esos rezos, si es que fueron algunas?
Quizás estoy muy sensible, y muy alejada de la misión diaria del Ministro de Salud Pública cuando comparte los datos más relevantes sobre la situación de la pandemia en nuestro país.  Da número de nuevos casos, personas fallecidas y recuperadas, y resultados de pruebas realizadas, entre otros.
Alejada también de los periodistas que cubren la fuente y reproducen fríamente en sus informaciones y reportajes esos datos numéricos.  Datos que representan a personas, seres humanos que en su partida han dejado un vacío en sus familias, que dejan a lo mejor un hogar sin jefe, sin proveedora, a una madre o a un padre solo con sus hijos, en fin, cada persona fallecida es una gran pérdida para sus familiares y para la comunidad.
Y me pregunto, en que momento los medios de comunicación nos presentarán, más allá de los números, a esas personas, que tienen nombres y apellidos.  Cuándo se tomarán tiempo para preguntar, por ejemplo, al corresponsal de una de esas ciudades por uno de esos fallecidos, pudo haber sido una maestra, un carpintero, un líder comunitario, en fin, ¿quiénes son?  Lo mismo ocurre con las personas que se recuperan, con el personal sanitario, ignoramos sus esfuerzos.
“Teletrabajar, en nuestro caso, no significa encerrarse en casa sin salir.  No se puede informar de todo lo que está pasando en pijama frente al ordenador. Tenemos que estar donde están las noticias, como hacemos siempre”, escribía recientemente Ignacio Escolar (2020) director de Eldiario.es y ganador del Premio Gabo a la Excelencia[1] a sus colaboradores.
 No sigamos mencionando datos de fallecidos como rutina. Y es que, ¡los más de 250 fallecidos no son simples números, son personas!

domingo, 12 de abril de 2020

La cuarentena de los despojos


Durante mis paseos matutinos con Toby tengo tiempo y espacio para observar los tanques de basura del vecindario. Así he podido notar como en algunas viviendas este ha sido un tiempo de limpieza de closets, de libreros y de armarios.  Maletas que parece ya no usan, libros viejos, estuches de discos, ropa vieja, fotos y revistas han pasado, primero al tanque de la basura o a la acera en el caso de que este lleno.
Para mi ha sido interesante.  Ahora tenemos tiempo hasta para revisar lo guardado, quizás por muchos años, y que ahora nos damos cuenta de que no nos sirve, que no vale la pena mantenerlo en un closet o una maleta.  Es algo así como despojarnos, desnudar nuestros recuerdos al eliminar esos objetos que nos llevaban a rememorar a alguien o algo.
Esta cuarentena también ha despojado de sentido el discurso de nuestros gobernantes, ha puesto al desnudo muchas de sus farsas:  En febrero no teníamos pobres, pero ahora millones de personas necesitan ayuda, son pobres y no tienen ni lo básico.  Los tantos hospitales renovados que se iban a inaugurar en las primeras semanas de marzo ahí están, no han servido ni siquiera para internar a una de las personas afectadas por el Covid-19.  De la inversión en salud, cada día el número de personas que fallece nos desmiente penosamente ese discurso triunfalista y nos muestran la cruda realidad del sistema de salud.
Hasta en lograr que le hagan una prueba de Covid-19 se ha evidenciado la inequidad en este país.  A unos se la hacen a domicilio y otros han muertos esperando que lo consideren para la lista de espera. ¡Que vergüenza!
De verdad, que dolorosamente, esta ha sido una cuarentena de despojos, que nos está dando tiempo para limpiar nuestros armarios, y que ha desnudado el “éxito” de esta gestión de gobierno.  No creo que queden muchas personas en el país que sigan convencidas de lo bien que estamos, tal como nos lo describían el 27 de febrero pasado; y a los que así persisten solo queda decirles, ¡que pena que no vean o traten de ocultar el sol con un dedo!



domingo, 22 de marzo de 2020

El poder de la desinformación.




Desde hace varios días estaba por escribir de este tema, pero mis amigas a veces me dicen que soy muy rápida en mis críticas a las acciones gubernamentales.  Hoy, a más de 20 días del primer caso de coronavirus en el país, ya es tiempo suficiente para preguntar ¿para que sirve la comunicación en este gobierno? ¿Cuándo van a comenzar una campaña educativa para la prevención del coronavirus? ¿Quiénes son o serían los responsables de hacer esta campaña?
Los paradigmas comunicacionales han variado mucho en los últimos tiempos y más aún cuando la pauta principal es quedarse en casa, aislarse. Aislamiento que abre espacio a la desinformación, se confía más en el mensaje recibido del amigo vía WhatsApp que de cualquier otra fuente.
Todos los expertos en comunicación de crisis coinciden en la importancia del emisor. La credibilidad del emisor es el factor más importante para hacer recomendaciones a una población ávida de pautas. Emisor que no esté “infectado” por sus preferencias políticas y que sea considerado como una persona intachable, creíble. (Minotti, 2020)
Ahora mismo no es imprescindible que nos avisen cuántos equipos de prueba llegarán, ni el material que se está distribuyendo. Son informaciones para otro momento. Desde hace días la gente lo que espera es oír, conocer con claridad qué hacer para no enfermarse. Hasta ahora el gobierno solo se ha quedado en medidas, pero muy silencioso en información y formación ciudadana.
En este punto, nos preguntamos y cuál sería el medio para llegar a millones de personas.  Según Indotel al 31-12-2019 había en el país 6 millones 668 mil líneas de acceso a internet móvil, lo que nos dice que, si la población proyectada por la ONE para 2020 es de 10.449 millones, más del 50 por ciento de la población podría recibir mensajes a través de su celular.
Este sería, pues, el momento para idear estrategias para comunicar mensajes a través de esta red tan accesible para millones de personas.  O, queremos seguir pensando que la televisión o el periódico son los mejores medios para llegar a millones, ¿o es que le hemos dejado las redes digitales al candidato del partido en el gobierno?
Es una decisión fácil, y de bajo costo.  Las compañías telefónicas de seguro cooperarían enviando estos mensajes, ya lo han hecho en otras ocasiones (gripe aviar).
La presente situación, cuando los casos por transmisión comunitaria corren más rápido que los investigadores de salud pública, hay que tener imaginación, nuevas lógicas propias de la crisis, y un absoluto prestigio del emisor, que unifique y genere el menor rechazo del público.
No vale nada hacer campañas sin entender cuáles son las preocupaciones reales de la gente frente a problemáticas como ésta. Es el momento de ser estratégico y cambiar la visión de la comunicación oficial.




Menotti, H. (17 de marzo de 2020) (https://www.cronista.com/columnistas/Coronavirus-comunicacion-y-pandemia-20200317-0052.html Copyright © www.cronista.com. Extraido el 20 de marzo de 2020.







jueves, 27 de febrero de 2020

Una noche para recordar

Por más de 50 años Armando Almánzar R. se dedicó a la crítica cinematográfica a través de los periódicos, la radio y la televisión.  Lo seguían miles de personas, muchas de las cuales nunca llegaron a conocerlo personalmente, pero lo llamaban por teléfono y en los últimos años le escribían por Internet.
El se sentía feliz, no tanto por los halagos y críticas a sus comentarios, sino por el aumento del interés en el cine.  Siempre estuvo interesado en crear una cultura cinéfila, que los consumidores del cine pudieran, no solo ver películas, sino también captar los discursos que ellas contenían.  Participó en múltiples talleres, cinefórums, charlas y recibió a montones de estudiantes que llegaban a la casa a entrevistarlo o consultarle.
Pero me atrevo a decir que la etapa que más disfrutó, fue en los últimos ocho o seis años de su vida.  Una vez desaparecido repentinamente Arturo Rodríguez Fernández, su amigo y colega de tantos años en la crítica cinematográfica, comienzan a acercársele jóvenes interesados en hacer crítica junto a él a través de la radio.  Una nueva generación de críticos surgía.  Una generación que amaba las películas de superhéroes, que disfrutaba de comedias protagonizadas por actores que Armando rechazaba, ¡que contrastes!, una generación con otras perspectivas:  un reto compartir con ellos.
Sin embargo, Armando disfrutaba esas enjundiosas o a veces banales discusiones.
El que la I Premiación de la crítica fuera dedicada a Armando y a Arturo fue para mí sumamente emocionante.  Ambos se habrían sentido super halagados, que sus seguidores, y alumnos -como alguien expresó- les consideren “como los críticos de cine de mayor trascendencia, profundidad técnica y experimentados en el uso del sentido del humor y sus posturas sin media-tintas frente a todo cine que le pareciera le faltara el respeto a este arte”, tenía una carga emotiva muy grande. Para abrir el espacio a las emociones: un breve vídeo, pero con las imágenes justas y apropiadas para revelan quienes eran Armando y Arturo.   Perfecto.
Al agradecer por la placa de reconocimiento a Armando me imaginé verlo, entre contento y tímido, pero jubiloso y agradecido, ante este grupo que con gran esfuerzo ha logrado aglutinarse en la Asociación de Prensa y Crítica Cinematográfica.  Una noche completa en la que se entregaron los primeros Premios de la Crítica. Gracias.


jueves, 30 de enero de 2020

Algunas palabras para iniciar el 2020


Aunque en 2019 me propuse escribir con frecuencia en este blog, solo fui capaz de hacerlo en los primeros cuatro meses.  Comenté sobre mis lecturas durante ese inicio del año, pero luego nada más.
Ideas para artículos muchas, pero dedicación a la escritura escasa. 
A medida que quedo atrapada en la preparación de las asignaturas que imparto en la universidad mi concentración para escribir sobre otros temas se reduce.
Sin embargo, este 2020, un año cuatro, considerado como símbolo fundamental de orden y construcción positivame motiva a tratar de organizarme más y dedicar tiempo a escribir en este blog.

¡Lo prometo!