Aunque leí hace unos meses “Adiós, Hemingway”, de Leonardo Padura, hoy, después que vi una foto de Hemingway en una revista social, es que me he motivado a escribir este comentario.
En esta
novela Padura presenta, de la mano de Mario Conde, protagonista de una serie de
textos de este escritor, una investigación policial que nos lleva a conocer los
últimos días de Hemingway en Cuba, y quizás los últimos años de vida del famoso
y controversial escritor norteamericano.
Conde,
policía retirado, fue invitado a participar en una investigación sobre unos
restos humanos descubiertos en el jardín de la Finca La Vigía, casa museo de
Hemingway en las afueras de La Habana.
Es un extraño caso que hace revivir a Conde aquel día que vio al
escritor personalmente y se atrevió a saludarlo. En ese entonces, 1960, para el detective,
conocer al escritor había sido un momento de fascinación, interés que había ido
perdiendo con los años.
Es
interesante percibir a través de la narración, las descripciones del estilo de
vida de Hemingway, su temperamento, sus excesos con la bebida y sus numerosas
acompañantes. Algunos detalles son
sorprendentes, como la frustración del escritor por no terminar Muerte en la
tarde, su enemistad con Ezra Pound, su rechazo del premio Nobel y si relación
con sus perros.
Con esa
manera de Padura de incluir a personas de su cercanía con los personajes de sus
novelas, en la página 177 introduce a Freddy Ginebra al compartir con sus
amigos un café dominicano. “que extraño. Todo el mundo conoce a Freddy Ginebra…Bueno…”[i] Igualmente, en sus textos he encontrado con
cierta frecuencia expresiones que entre línea contienen referencia a la
situación de su país. En este caso, aunque se refiere a un cuento de Hemingway,
dice “Es un cuento extraño, Conde. No
pasa nada y uno siente que están pasando muchas cosas. El no decía lo que uno
se debía imaginar”.[ii]
Además del
reencuentro de Conde con Hemingway, a quien vuelve a revalorar, considerando
que tiene un poco de todo: de escritor con dignidad, sin dignidad, de escritor
hijo de puta y de los que son personas decentes; en unas de sus visitas a La
Vigía se lleva la prenda íntima de Ava Gardner en la que el escritor envolvía
su pistola calibre 22. “Algo tenía que sacar de esa historia”, dijo Conde a sus
amigos.[iii]
Adiós,
Hemingway es un texto corto, que se lee rápidamente, gracias a la frescura de
las narraciones de Padura.